Después de cincuenta horas de viaje, con escala en Ámsterdam, adonde esperaron cuatro horas e hicieron trasbordo, lostigres Sandro, Mafalda y sus hijos Messi y Gustavo llegaron finalmente al santuario Lionsrock en Sudáfrica, adonde empezarán la recuperación física y psicológica después de 15 años de vivir encerrados en un vagón de tren en la provincia de San Luis, sobre sus excrementos y alimentados una vez a la semana.
“Estamos felices ya que salió todo bien, perfecto. El que más nos preocupaba era Sandro, el macho más grande, ya que está algo ciego, con sus patas mal y algunas deficiencias. Estamos muy orgullosos de su fuerza durante el viaje”, cuenta Luciana D’Abramo, directiva de Four Paws, la ONGinternacional que tuvo a su cargo el rescate de los cuatro ejemplares.
La ONG fue publicando las noticias durante el viaje hasta llegar a Lionsrock, situado a cuatro horas de Johannesburgo; luego de un tramo por tierra desde Justo Daract hasta el Aeropuerto Internacional de Ezeiza y del viaje en la bodega de un avión de KLM, el trayecto final fue nuevamente en camión.
En los videos de la liberación de los cuatro tigresen el santuario, se ve perfectamente el emocionante momento en que se abren las puertas de las cajas y ellos tocan por primera vez el pasto en sus nuevos y temporales espacios de 2500 metros cuadrados. El vagón de tren tenía 75 metros cuadrados; los dos tigres más adultos, un macho y una hembra, habían quedado allí confinados, tras ser abandonados por un circo ambulante que nunca regresó a buscarlos. Con el transcurso de los años, la pareja se reprodujo y tuvo dos hijos.
“Miren estos primeros momentos, pisando el pasto y mirando el cielo, ¡sin estar rodeados de metal! Para todos aquellos que donaron y compartieron su historia, ¡gracias! No hubiera sido posible sin ustedes. Gocemos este momento y celebremos al equipo que estuvo al lado de ellos durante todo este rescate”, se lee em el texto que acompaña el video que registró la liberación.
El momento fue efectivamente emocionante para todos quienes estaban allí, supervisando cómo se comportaban los ejemplares. La más temerosa para salir y quien mas tardó fue Mafalda. Sandro, en cambio, olfateó e investigó cada metro de pasto.
Fuente: La Nación