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domingo, octubre 12, 2025

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Los milagros existen

Es de Catamarca, adoptó a un bebé cordobés “que se estaba muriendo” y ocurrió un milagro que conmueve

La protagonista es Silvina Avellaneda y hoy tiene 47 años. Su hijo acaba de cumplir 17 años. “Es mi motor”, cuenta. Hoy radican en Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Silvina Avellaneda es oriunda de Catamarca y hoy tiene 47 años.
En 2007, cuando tenía 29 años, se anotó en un registro para adoptar un bebé como madre soltera. Siempre había querido formar su familia pero por una condición biológica no lograba concebir de forma natural.
La mujer no desistió. Primero se anotó en el registro de su provincia natal. No tuvo oportunidad de adoptar, por lo que probó con provincias vecinas como Córdoba.
A 16 años del llamado que le cambió la vida para siempre, aún recuerda la secuencia de lo que estaba haciendo.
Todo se desencadenó el 11 de julio de 2007. Ella estaba en una peluquería, donde le estaban haciendo un baño de crema, a la salida de la facultad cuando sonó su teléfono.
Mientras lograba huir del ruido ensordecedor de los secadores de pelo, le dijeron: “Hay un bebé en grave estado en la ciudad de Córdoba, está internado. Y puede ser que se esté muriendo. ¿Vos querés? ¿Te animas?”.
En el juzgado sabían que ella estaba dispuesta a recibir entre sus brazos a un bebé como fuera. “Cuando yo quedé inscripta, es ahí donde dije que no tenía ningún problema en que tuviera alguna discapacidad o alguna condición de salud especial. Para cualquier hijo, que venga como venga”, rememora la mujer en una entrevista con Infobae.
A Silvina no la habían evaluado todavía como postulante. El 12 de julio se presentó en el juzgado de Córdoba. La entrevistaron una psiquiatra, una psicóloga y una trabajadora social. La aprobaron y le entregaron unos papeles que la reconocían como familia sustituta por 30 días con los que tenía que presentarse en el Hospital Español de Córdoba.
Le habían dicho que el bebé tenía una desnutrición severa de grado tres.
Esperó hasta el mediodía que le abrieran la puerta de la terapia intensiva, pensando que tal vez ya era tarde. Sabía que el bebé estaba grave. Lo único en que pensaba, era llegar, para que al menos, tuviera una mamá en el último segundo, estuviese contenido, amado, mimado. “Quería entregar eso y que sea lo que Dios quiera. Si sobrevivía este hermoso, mejor para mí. Y si no, que se fuera amado por su mamá”, recuerda Silvina.
“A las 12 me dejaron entrar. Lo habían puesto divino para que yo lo viera. Me mostraron cuál era. Lo vi. Lo levanté. Era muy chiquito. Cuando lo vi era tan lindo, tan hermoso y era tanta la emoción. Tenía muchas preguntas de haber ido tan de golpe. Y ahí arrancó nuestra familia”, dice.
El bebé, que tenía nueve meses parecía un recién nacido porque pesaba apenas 2 kilos 700 gramos. En sus brazos, la miró y se prendió de la bata que le habían dado. “Estaba con una mano en la boca y con la otra me agarraba. Y yo estaba emocionada. Asustada. Todo junto”, cuenta.
Estuvo un mes en terapia intensiva. Él y ella. Ella y él. Ya no estaba más “solito”, que era lo que le dolía. A los pocos días de esa conexión con su mamá, el bebé empezó a crecer y también a reírse. “Había ido mi hermana Anita, que entraba y le jugaba haciendo un chillido y él empezó a reírse fuerte también. Hermoso. Parecía que era sordo, pero después fue pasando el tiempo y fue conectando solito”.
El 13 de agosto de 2007 pudo regresar a su provincia con su bebé. La esperanza de vida de Francisco – le puso el nombre de su abuelo- era de un año. Contactó con el juzgado porque se vencían los 30 días como familia sustituta y naturalmente le urgía resolver el tema legal.
Hoy son una gran familia, elle y el , el y ella.

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