Julio César Adad pasa entre seis y siete veces a la semana en el quirófano, pero eso no le impide desarrollar su otra pasión que tiene desde los 6 años: vender turrones y maní con chocolate junto a sus padres en un carrito de pochoclos en Rosario.
“Soy feliz ahí”, asegura el cirujano traumatólogo que los sábados, domingos y feriados se levanta para preparar las garrapiñadas, peras y manzanas acarameladas que vende en el negocio ambulante que lleva su nombre.
“Me crié al lado de un carrito y lo sigo haciendo. Ha venido gente que atiendo con gorrito y barbijo, pero me ve cara conocida, entonces le pregunto ¿cómo anda la cadera? Y no pueden creer que sea yo”, dijo el hombre.
“El carrito es mi vida. No puedo no ir un domingo. Lo tengo internalizado, mi mujer lo entendió y me banca. Es una cuestión mía de no perder la identidad. No quiero perderlo y no lo voy a perder nunca”.