El relato en estricto off de reccord pertenece a un inquilino del Club de Campo Los Caldenes de Villa Mercedes, quien comentó a Apuntes de San Luis “la bronca que sienten todos los habitantes de este exclusivo complejo, cerrado y con seguridad”, que viene siendo objeto de permanentes asaltos.
La preocupación y la frustración están palpables en los residentes del exclusivo barrio privado, que han llegado al límite de su paciencia ante una ola de robos que parece no cesar. La sensación de inseguridad se ha vuelto una sombra constante en sus vidas, y el hartazgo finalmente encontró su expresión en un acto de comunidad que busca proteger lo que es propio.
El jueves pasado, las alarmas de dos viviendas resonaron como un grito de auxilio en medio de la noche. Esta vez, los vecinos ya no iban a quedarse de brazos cruzados. Sin pensarlo dos veces, hombres y mujeres salieron de sus hogares armados con linternas, palos y hasta fierros, dispuestos a patrullar las oscuras calles internas del barrio. La valentía de estos vigilantes improvisados es innegable, pero también evidencia una realidad desesperada.
Los residentes no solo enfrentan la amenaza de ladrones enmascarados, sino también la incógnita de si estos intrusos podrían ser, de hecho, sus propios vecinos. La llegada de nuevos inquilinos que parecen no integrarse plenamente al entorno ha desatado suspicacias. La idea de solicitar un “certificado de buena conducta” para futuros residentes surge como una propuesta audaz, aunque legalmente cuestionable, para intentar garantizar la seguridad en un lugar que alguna vez fue un refugio tranquilo.
La administración del barrio, aparentemente sobrepasada por la magnitud del problema, no puede ofrecer más que un mínimo resguardo en la entrada y salida. Los esfuerzos individuales por reforzar la seguridad en los hogares, a través de sistemas de alarma y cámaras de videovigilancia, se ven obstaculizados por la astucia de los delincuentes, quienes parecen moverse como sombras en la noche.
La policía y los fiscales hacen acto de presencia en respuesta a los hechos, pero la realidad es que la distancia entre la emergencia y la respuesta es un tiempo precioso que juega a favor de los ladrones. La posibilidad de que estos actos de vigilancia ciudadana puedan desencadenar en una tragedia es latente, una posibilidad aterradora que nadie desea.
El barrio privado, en su apariencia de tranquilidad y exclusividad, se ha convertido en un reflejo de los desafíos de seguridad que enfrenta una sociedad en constante evolución. La incertidumbre y la urgencia son un llamado a la acción, no solo para la administración y las autoridades, sino para todos nosotros como comunidad. La seguridad y la paz de un hogar es un derecho que debe ser preservado, y la historia del barrio privado es un recordatorio sombrío de que, en tiempos de adversidad, la unidad y la solidaridad son las únicas armas verdaderamente efectivas.
Fuente: Apuntes de San Luis