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miércoles, diciembre 3, 2025

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“No es falta de límites”: qué es el TDAH y cómo impacta en la vida diaria

“Me decían que mi hijo no obedecía porque yo no le ponía límites”, recuerda Lorena Verrastro, mamá de Benicio. Pero la causa no estaba en la crianza: su pequeño tenía Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), una condición de base neurológica, generalmente hereditaria, que no responde a cuestiones de conducta.

En Argentina, se estima que entre el 4% y el 5% de los niños y adolescentes menores de 18 años conviven con este trastorno, según estudios internacionales. Sin embargo, desde la asociación “Familias Leonas” —de la cual Lorena forma parte— calculan que la cifra real podría ser mucho mayor, alcanzando entre el 15% y el 20%.

Los primeros indicios aparecieron en el jardín: Benicio no podía quedarse quieto, evitaba sentarse a desayunar con sus compañeros y se escondía debajo de la mesa. En la escuela primaria, las dificultades se hicieron más evidentes. “En primer grado lo apartaban porque intentaba vincularse molestando o haciendo cosquillas, y veía cómo los demás chicos lo rechazaban. Las maestras también me lo señalaban”, contó su mamá.

La psicóloga infantil Lorena Leguiza explicó que el diagnóstico suele detectarse en el ámbito escolar, donde se exigen rutinas como copiar consignas, mantener la atención o seguir normas. El TDAH puede expresarse de tres maneras: con predominio en la falta de atención, con hiperactividad marcada o en una forma combinada que suma impulsividad.

“Un mito muy común es pensar que estos chicos no tienen capacidad intelectual o que son problemáticos. La realidad es que muchos no presentan dificultades cognitivas y, con los apoyos adecuados, pueden destacarse en lo académico, lo deportivo o en cualquier otra área”, aclaró la especialista.

La clave, coinciden madre y profesional, está en la detección temprana y en un abordaje integral que incluya terapia cognitivo-conductual, pautas específicas en casa y en la escuela, y en algunos casos, medicación indicada por un neurólogo.

A Benicio lo diagnosticaron en 2019, cuando tenía 6 años. Aunque el impacto inicial fue duro, le permitió acceder al tratamiento adecuado: terapia y medicación para mejorar su concentración y reducir la ansiedad. “Muchas veces te dicen: ‘Eso pasa porque no sabés ponerle límites’. Pero no es un tema de crianza: sin apoyo y tratamiento es imposible manejarlo”, señaló su mamá, quien además remarcó las dificultades para encontrar especialistas capacitados.

El diagnóstico de su hijo también llevó a Lorena a mirarse a sí misma. Reconoció en él rasgos que la habían acompañado toda su vida y, tras consultar, recibió el mismo diagnóstico. “Había empezado tres carreras y nunca las terminé. Ahora, con tratamiento, curso segundo año del Profesorado de Teatro y puedo concentrarme como nunca antes”, relató.

El TDAH no desaparece en la adultez, aunque se transforma. En los niños predominan las conductas visibles, como la hiperactividad y la dificultad para seguir consignas. En los adultos, en cambio, suelen aparecer la desorganización, la procrastinación, los olvidos frecuentes o la sensación de estar siempre desbordados. También puede manifestarse el “hiperfoco”, una intensa concentración en ciertos temas de interés que desplaza otras tareas.

“El gran problema es la falta de detección. Si no se aborda a tiempo, el TDAH puede generar fracaso escolar, problemas de integración social y, en la adultez, frustración, dificultades laborales y conflictos en los vínculos”, concluyó Leguiza.

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