La gran incógnita es la tasa, que podría ubicarse en un rango de 15% a 20% anual. El Banco Central buscará mostrar capacidad de acumular reservas sin necesidad de comprar dólares
Luego de sondear varias semanas a los inversores, el equipo económico se decidió a volver a los mercados internacionales de deuda. A simple vista, la colocación de un bono en pesos puede resultar llamativa, ya que habitualmente las colocaciones se realizan en dólares, mucho más tratándose de un país que hace casi siete años tiene cerrada la posibilidad de emitir bonos.
Se trata de un plazo muy largo, especialmente para una emisión en moneda local y tasa fija. Sin embargo, el título tiene una cláusula especial: ofrece una opción de venta a los inversores (en la jerga financiera conocida como “put”) a los dos años. Esto significa que los tenedores tendrán una opción de salida asegurada durante la gestión del actual gobierno, sin tener que esperar cuál será la próxima administración.
Solo puede ser suscripto en dólares y además puede ser comprado exclusivamente por inversores internacionales
Otra “zanahoria” para el mercado es que si bien se compra un instrumento local, no será necesario permanecer seis meses como mínimo. Recientemente, el Central había exceptuado de esta obligación a las colocaciones primarias de parte del Estado. Se trata de una norma prudencial que se había aplicado al levantar el cepo para evitar el ingreso de capital especulativo.
Asimismo, se aclaró que quienes compren este Bonte 2030 asumen riesgo cambiario puro. Esto se debe a que la devolución del capital y el pago de intereses se realiza en pesos, pese a que la suscripción fue efectuada por los inversores en dólares. Asimismo, se aclaró que no se trata de un título “peso linked”, ya que no tiene cláusula de ajuste alguna.

La razón de haber salido con una colocación en pesos es que resultaba imposible al menos en este momento salir con un bono en dólares. Con un riesgo país que se mantiene en la zona de 650 puntos básicos, una colocación a cinco años hubiera salido con un rendimiento superior al 10% anual en moneda dura. Hubiera resultado una mala señal para el mercado.
Otra posibilidad era realizar una colocación internacional en dólares, pero con un plazo mucho más corto, o sea uno o dos años. En ese caso hubiera conseguido un rendimiento más aceptable, pero generando más acumulación de vencimientos en el corto plazo.
Por lo tanto, se optó por aprovechar el interés que existe entre los inversores extranjeros por hacer “carry trade”, es decir, pasarse de dólares a pesos para aprovechar el diferencial de tasas en moneda local.
Otra “zanahoria” para el mercado es que si bien se compra un instrumento local, no será necesario permanecer seis meses como mínimo
La gran incógnita es cuál será la tasa que demandará el mercado. Nadie del equipo económico se quiso jugar con la respuesta. La idea es aprovechar la baja de la inflación y la estabilidad cambiaria para conseguir una tasa que no sea demasiado onerosa. Es difícil hacer pronósticos, pero es razonable que se ubique entre el 15% y el 20% anual en pesos.
Con expectativas de inflación a la baja, se trata de una tasa positiva en términos reales. Y además, el inversor que compre un instrumento de estas características, obviamente, apuesta a que la devaluación será menor al rendimiento el título en moneda local.